martes, 13 de mayo de 2008

Esa otra dimensión

Esa otra dimensión...
Decidí hacer en solitario una de esas excursiones que tanto me gustan por el campo, a medida que me alejaba de la casa se iban transformando los sonidos, aquellas conversaciones en las que yo me hallaba hacía tan sólo segundos, dejaban de ser inteligibles en la distancia y se iban difuminando en el espacio mientras otro tipo de sonido se hacía con mi control auditivo.
Así caminaba y caminaba a buen ritmo y en pocos minutos me fui adentrando en otra dimensión, se oían mis rítmicos pasos al pisar haciendo camino entre sendas, de fondo un grupo de verdecillos cantaban sin cesar aunque aún no los divisaba. Llegaba entonces a una zona más boscosa junto al lecho de un río que tímidamente presentaba su tan preciado líquido descendiendo entre cantos rodados de forma pausada y tranquila. Ya eran varios los sonidos que acariciaban mis tímpanos, otra dimensión sin duda... De pronto paralelamente a mí, repta un pequeño lagarto de color vede al que no parece molestar mi caminar, yo por otra parte sigo sin variar ni mi dirección, ni mi ritmo, intentando con ello no entorpecer al pequeño reptil que se adentra en una grieta desconfiado él.

Sigue mi caminar algo más pausado a causa de mis despistes ante tan precioso paisaje, a lo lejos empiezo a escuchar un ruiseñor, ¡qué portento de voz!, deseoso de llegar junto a él para oírlo en todo su esplendor, acelero un tanto mi paso.
Ya cercano al árbol desde el cual lanza a los cuatro vientos su canción como queriendo presentarla en sociedad y de esta forma, pavonearse cual tenor tras eufórica ovación; amaino mi caminar intentando no asustarlo y plantarme como si de otro árbol más se tratase, bajo su propia sombra. Finalmente y de manera muy sigilosa lo consigo. Van pasando los minutos y yo embaucado por aquel pequeño insectívoro descanso mis posaderas sobre la pinocha.
Así pasé un largo cuarto de hora deleitándome ante aquel minúsculo “bichito”. Decido levantarme y proseguir mi viaje, no por cansancio precisamente, si no más bien por mis ansias de indagar más de aquella dimensión en la cual me hallaba.

Que conciertazo de sonidos, de fondo el hilo de agua abriéndose paso entre piedras, en primer plano aún el ruiseñor, un poco más débil el pisar de mi calzado, la brisa meciendo las hojas de los árboles y un “pupurri” de cantos muy variados: Jilgueros, Verdecillos, Mirlos... ¡¡¡ por fin!!! Un Verdecillo acariciando con sus alas la dulce brisa y en pleno ritual de apareamiento, se suceden los numerosos trinos entre la tan peculiar piada que emite en medio de cada estrofa, este es un artista en el aire, como moldea a su antojo las figuras que dibuja mientras no para de gorjear, belleza pura en el aire.
Y sigo y sigo caminando iluminado por esta “otra dimensión” cuando sin apenas darme respiro, observo entre los zarzales un ave de medida media y color pardo, mi atención se fija al verlo actuar de una manera extraña, así que decido acercarme a comprobar que el pobre animal no estuviese herido, se esconde entre los matorrales pero consigo identificarlo, es un Mirlo joven, recién saltado del nido, ya por curiosidad fisgoneo ante la posibilidad de encontrar su nido pero, no hay manera, es prácticamente imposible vislumbrar ante tan opaco vegetal. Muy cerca, en un árbol cercano está la madre al acecho por si tuviese que intervenir en su ayuda, al menos para desviar mi atención hacia ella y alejarme del joven. Voy bordeando el matorral, primero por un lado, después por el otro y nada, sólo intuyo su presencia por los ruidos que provocan sus movimientos. Decido entonces seguir mi camino y unos metros más adelante, observo un grupo de Jilgueros que alza el vuelo tras haber estado bebiendo agua de aquel riachuelo casi seco, paro unos segundos, miro el reloj y vuelvo sobre mis pasos con sensación de plenitud, de haber aprovechado la sobremesa de una forma que a mí particularmente me entusiasma, a mí vuelta más de lo mismo, durante casi todo el trayecto me acompaña ese concierto de sonidos que te transportan a esa otra dimensión, todos mis sentidos están en contacto con la naturaleza, el único que se resistía era el tacto, hasta que decidí descalzarme y caminar por el lecho del río sobre una arena un tanto gruesa pero que activa de una manera muy saludable la circulación, es como un masaje continuado.
Ya cuando me acercaba de nuevo a la casa de campo, a lo lejos, intuyo una silueta para mí conocida, parece mi amigo y por sus gestos diría que viene comiendo pipas, supongo que cada cual tiene un prisma diferente de ver las cosas...

-¿“Ande” te metes tío?
- Viajando Jose, viajando
- ¿Y que tal, que has visto por ahí?
- Pues mucha tranquilidad y naturaleza viva
- Bueno sí, tú a lo tuyo como siempre...
- Claro, ya me conoces
- ¿Quieres pipas?
- ¡“enga”, dame un “puñao”!
- Toma
- Gracias...

Y así volvía de esa “otra dimensión”...